#ALaHoraDelPozol
Por Daniel Solórzano Sol
Tuxtla Gutiérrez tiene un cinturón de pobreza que con el COVID 19 se ha recrudecido, cada vez hay más vendedores ambulantes, más comercio informal, más vendedores en semáforos pero los más grave es que hoy es más evidente la explotación de niños, me pasó hoy al ir a pagar la línea de teléfono de mis padres a las afueras de Telmex en la 16 poniente; vi a un niño desnutrido, con el semblante triste, la mirada desencajada, obviamente sin probar alimento y sin bañarse. Hablé con él y como todos con los que he conversado no dicen donde viven o quienes son los padres más sin embargo le ofrecí alimentos y unos pesos que no me sobran pero gracias a Dios no me faltan. Aquí es donde uno se detiene y se pregunta uno ¿En realidad las autoridades velan por los pobres? ¿En realidad les importa la integración familiar? ¿Donde está el DIF MUNICIPAL?
La pobreza se ha vuelto noticia. Es imposible no ver el impacto absolutamente desproporcionado que el coronavirus está teniendo entre la gente pobre y marginada. Miles de personas abocadas al desempleo y a la miseria. Con un apoyo insuficiente en la mayoría de los casos, aumentan el hambre, la falta de vivienda y los trabajos peligrosos. Es tétrica las escenas.
¿Cómo puede ser que el relato haya cambiado de la noche a la mañana? Hace tan solo unos meses muchos pregonan “PRIMERO LOS POBRES” y el inminente fin de la pobreza y ahora el problema está en todas partes. La explicación es simple: los líderes políticos, filántropos y expertos llevan años con una narrativa engañosamente optimista sobre el progreso en la lucha contra la pobreza ¿hemos cambiado de posición en la lista de los estados más pobres? ¡No! Ojalá cambiemos porque la historia de éxito siempre ha sido muy engañosa.
¿Cuál es el plan estratégico para mitigar la pobreza que lacera a miles de familias tuxtlecas? Me duele ver la pobreza entre las mujeres, niños y las personas de la tercera edad a menudo excluidas de las encuestas oficiales.
El reporte de un panorama poco realista del progreso en la lucha contra la pobreza ha tenido consecuencias nefastas.
En primer lugar, porque este supuesto éxito se ha atribuido al crecimiento económico, justificando así programas procrecimiento caracterizados por la desregulación, la privatización, la reducción de impuestos para empresas y ricos, el libre movimiento de capitales y la excesiva protección para las inversiones.
El experto Philip Alston señala “después de seis años que paso dentro de la ONU investigando las medidas de los diferentes Gobiernos contra la pobreza. Todo, desde las exenciones fiscales para los superricos hasta los destructivos megaproyectos de extracción de riquezas en el Sur global eran justificados como formas de reducir la pobreza, cuando en realidad no estaban haciendo nada de eso.
Presentar los intereses de los ricos como el mejor camino para mitigar la pobreza ha cambiado radicalmente el contrato social, redefiniendo al bien público como aquello que ayuda a los ricos a ser más ricos”.
El coronavirus no ha hecho más que destapar una pandemia de pobreza que venía de antes y la ineptitud de las autoridades para proponer estrategias que protejan a los más vulnerables. La COVID-19 llegó a nuestra capital en el que crecían la pobreza, la desigualdad extrema y el desprecio por la vida humana.
La pandemia de pobreza durará mucho más que la del coronavirus hasta que los Gobiernos no empiecen a tomarse en serio el derecho de todas las personas a tener un nivel de vida adecuado. Para eso hace falta que dejen de esconderse detrás de los miserables discursos engañosos y abandonen el triunfalismo con el que hablan del inminente fin de la pobreza. Es imprescindible una transformación social y económica más profunda para evitar una catástrofe climática, para lograr una protección social de las familias tuxtlecas, para redistribuir la riqueza con una auténtica justicia fiscal y, en última instancia, para encaminarse de verdad hacia el fin de la pobreza. Porque la pobreza NO NECESITA MAQUILLAJE. Es cuánto.
